Las tangentes del Premio
Las tangentes del Premio
Por Ignacio García
Resulta ya natural recibir el nombre del galardonado al Premio Nóbel de Literatura, no con el interés de si es un escritor de talla, sino si dio qué decir por sus acciones políticas en un mundo globalizador y atento a quién lo desafía: la literatura como tal sucumbe y se somete a los dictados de la praxis social y política más que a los de la calidad de la escritura misma. ¿Quién recuerda hoy, por ejemplo los nombres de Gao Xingjian, Wislawa Szymborska, Seamus Heaney, Toni Morrison o Nadine Gordimer, cuyos últimos libros resultan soporíferos? El público, por el contrario, ha seguido adquiriendo en demasía las obras de Virginia Wolf, Jorge Luis Borges o James Joyce; nombres obviados por la Academia. Sin olvidar que siguen vivos entre nosotros aquellos que, habiendo obtenido la recompensa, la desecharon por pura congruencia ideológica: Jean Paul Sartré y Boris Pasternak.
De acuerdo a la propia Academia, y bajo palabras de Alfred Nobel, el premio de literatura debe ser concedido "a quien haya producido en el campo de la literatura la obra más destacada, en la dirección correcta". Los jueces de la Academia interpretan esto, y, sin saber cómo calificar lo “más destacado”, optan por hacer una exégesis de “la dirección correcta”.
Pero ¿qué es lo correcto? Eso depende de la presión que ejerzan sobre ellos un sinfín de actores políticos (tanto entidades como individuos) en una sociedad maquiladora de personajes importantes.
Así, los genofóbicos europeos que tratan de impedir –-junto con Joseph Ratzinger (llamado ahora Benedicto XVI)-- la incursión de Turquía a la Unión Europea, se sacan un as de la manga y, a piedra y tornillo, ejercen peso completo para que sea el turco Orhan Pamuk el “nominado” y definitivo ganador del Premio Nóbel de Literatura, 2006.
De acuerdo a la Academia, el premio se le otorga a Pamuk en reconocimiento a su “trayectoria literaria” y a “su defensa de los derechos humanos”. Creo que hay más de lo último que de lo primero... Esta última apostilla conlleva más jiribilla de lo que se supone. Porque ¿no acaso existen muchos otros escritores (nombrarlos aquí sería excesivo) cuyas andanzas literarias están mucho mejor trazadas que las del mismo Pamuk? Por ejemplo, una de los méritos que se le toman en cuenta al escritor turco es un premio al “Mejor libro extranjero” (1999) por el New York Times (¿?)... premio que gana cualquier hijo de vecino con historietas dignas de Corin Tellado...
Fuera de ello tal vez Me llamó rojo --una thriller de misterio y lapsus de reflexión filosófica en el Estambul del siglo XVI (1), y Estambul (2) de 2005, sean lo único de Pamuk que pueda competir con la calidad de otros, cuya categoría literaria es evidentemente superior.
Pero la pinza del globo debe cerrarse a como dé lugar. Un país musulmán en la Europa Unificada, es para muchos neo-nazis un agravio y un peligro de “seguridad nacional”. ¿Cómo hacer notar estas posiciones anglosajonas e impedir el acceso del país turco a la economía europea? Fácil. Mediante el agravio y la guerra mediática. En el primer renglón se apunta Ratzinger y “se equivoca” al citar un antiguo texto musulmán en que se presenta a Mahoma como alentador de la violencia: ¿Ya ven?, se dice: el Islam (Turquía) es violento...Si no, esperen a ver cómo reaccionan, a estas declaraciones del Vaticano, en los círculos del “terrorismo” islámico.
En el segundo renglón debe aparecer, precisamente, un escritor premiado por haber denunciado al gobierno turco del genocidio armenio durante la ¡Primera Guerra Mundial!.. además de señalar la muerte de 30,000 kurdos en las últimas dos décadas. Lo que fue tomado por el gobierno como un insulto para el ejército turco. Así, más pretextos se suman. Alguien dirá. ¿Ya ven cómo se las gastan los turcos? ¿Y así los quieren en territorio europeo?
No se desestima aquí el valor a las declaraciones de Pamuk; se objeta si el escritor tiene el valor literario para ser el premiado fuera de esos exámenes extra-literarios. Se discute aquí si Pamuk reconoce, aun de forma inconsciente, el ser objeto de intereses ajenos a la propia literatura. Él, un escritor que tiene que exiliarse por sus declaraciones, y que hoy mismo es actualidad por razones ajenas a la literatura --ya que la Justicia turca dio marcha atrás en su idea de juzgarlo después de una campaña internacional a su favor—es a la vez una suerte de señuelo para servir a manejos extraños a él y su escritura.
La pregunta es ¿habría sin este affair político-social ganado Pamuk el Nóbel? Lo dudo mucho. La gente va a oír más de él por motivos políticos que como escritor.Su figura estará más ligada a la decisión de la Unión Europea de si admite o no a la Turquía versión “Pamuk” en sus filas.Estará en boca de todos por cuestiones más de economías globales, intereses regionales y otras cuestiones de universos totalizadores, que al interés que pueda despertar su obra literaria... Si no, al tiempo.
(1) My Name is Red (Random House, Inc., 2002)
(2) Istambul (Knopf, 2005)
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