Jesús Garrido: el lenguaje de la tribu
Por Ignacio García
Cuando, hace ya un poco más de quince años, Jesús Garrido llegó al taller de poesía Salvador Díaz Mirón que uno coordinaba, aprendió él una sola cosa: que nadie aprende a hacer poesía en un taller como ésos. La poesía se trae dentro y esta prefigura en nosotros nuestro destino. Lo que hizo Garrido en todo caso, fue mostrarnos una pasmosa capacidad de asombro, a la vez que una facilidad extrema para despapelar cuanta imagen mundana se le ponía enfrente, convirtiendo ésta en ese “otro lado” bretoniano, capaz de sacudir al más bisoño de los lectores.
Con humildad (como obedece a todo artista de estatura) Garrido ha ido entregando su oficio poético en pequeños libros y tirajes limitados, no por ello exento, ese trabajo, de una conmoción en cada una de sus palabras, en cada frase, en todo el poema. El trabajo vino entonces acompañado del galardón: primero un premio, luego otro, y uno más con su libro Clones, Héroes y Alter Egos; halagos que convirtirteron al poeta no en otro, sino en su propio yo comprometido con la Palabra. Como todo proceso que va, no de abajo a arriba sino en esa línea recta que alguien llama work in progress, Garrido no cede: continúa nombrando para nosotros, con una poesía de factura magnífica, eso que le punza y obsesiona.
Si el lector no halla rima tradicional en estos poemas, es porque la música y cadencia del poema están atados a la imagen y se mueve con ella: se apaga y enciende, deslumbra y apaga, muere y resucita a su lado. El deleite del aforismo y el ardor del fogonazo verbal son compañeros infalibles de estos versos, obstinados en hacernos ver cómo es el mundo y cómo éste puede transformarnos. Leer a Garrido, seguir su obra, es unirse no únicamente a lo insólito de un universo que ahora comprendemos, sino a ese acto primordial y apasionado de saber que todavía hay quien habla como nosotros hablamos cuando cerramos los ojos: que todavía existe alguien que se e refiere a las cosas con el lenguaje de la tribu: ése que revela y nos dice que nunca dejaremos ser del todo.
Cuando, hace ya un poco más de quince años, Jesús Garrido llegó al taller de poesía Salvador Díaz Mirón que uno coordinaba, aprendió él una sola cosa: que nadie aprende a hacer poesía en un taller como ésos. La poesía se trae dentro y esta prefigura en nosotros nuestro destino. Lo que hizo Garrido en todo caso, fue mostrarnos una pasmosa capacidad de asombro, a la vez que una facilidad extrema para despapelar cuanta imagen mundana se le ponía enfrente, convirtiendo ésta en ese “otro lado” bretoniano, capaz de sacudir al más bisoño de los lectores.
Con humildad (como obedece a todo artista de estatura) Garrido ha ido entregando su oficio poético en pequeños libros y tirajes limitados, no por ello exento, ese trabajo, de una conmoción en cada una de sus palabras, en cada frase, en todo el poema. El trabajo vino entonces acompañado del galardón: primero un premio, luego otro, y uno más con su libro Clones, Héroes y Alter Egos; halagos que convirtirteron al poeta no en otro, sino en su propio yo comprometido con la Palabra. Como todo proceso que va, no de abajo a arriba sino en esa línea recta que alguien llama work in progress, Garrido no cede: continúa nombrando para nosotros, con una poesía de factura magnífica, eso que le punza y obsesiona.
Si el lector no halla rima tradicional en estos poemas, es porque la música y cadencia del poema están atados a la imagen y se mueve con ella: se apaga y enciende, deslumbra y apaga, muere y resucita a su lado. El deleite del aforismo y el ardor del fogonazo verbal son compañeros infalibles de estos versos, obstinados en hacernos ver cómo es el mundo y cómo éste puede transformarnos. Leer a Garrido, seguir su obra, es unirse no únicamente a lo insólito de un universo que ahora comprendemos, sino a ese acto primordial y apasionado de saber que todavía hay quien habla como nosotros hablamos cuando cerramos los ojos: que todavía existe alguien que se e refiere a las cosas con el lenguaje de la tribu: ése que revela y nos dice que nunca dejaremos ser del todo.
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