ESTÉTICA
Por Ignacio García
(Con motivo de la aparición del número 100 de la revista La Ventana)
(CIEN VECES AMOR, con una ESTÉTICA EN SEIS LECCIONES y UN EPÍLOGO NADA INUSUAL)
La aparición de este número 100 de La Ventana, valdría la pena un ensayo (que por supuesto no intentaré), titulado, muy contra-liberalmente: “De cómo dar a luz cien veces sin la intervención estatal”. Este número en especial, nos asombra, no por haber llegado al centenar, sino porque, siendo “provinciana” y originaria del trópico, La Ventana ha podido sobrevivir sin paternalismos, sin la bendición “oficial” y sin mendingar por los pasillos de la burocracia. En realidad, nada ha empañado su limpia trayectoria. Incluso el patrocinio del que actualmente goza, es producto más de su calidad y perseverancia, que de claudicaciones y conductas sumisas.
La Ventana es el vivo ejemplo (se me ocurren otros bien pocos: Vuelta, Arte de México, la Revista de la Universidad), de que el arte y la literatura constante, incisiva, vital, sólo sobrevive si, a su condición precaria y desvalida, se le agrega una buena dosis de amor. En este sentido La Ventana cumple con eso y más: durante cien ocasiones, instantes, momentos que palpitan y son parte de la vida diaria, su editor ha sabido ponerla --Como bien lo ilustra Rainer María Rilke-- "en el vaso que más le agrada".
Así, contra viento y marea, con dinero o sin él, con altas devociones y energías diezmadas, el editor de esta Ventana ha perseverado; ha tratado a su objeto como se trata al enfermo de malaria, o al forastero sediento y al viajero malherido; pero también, ha hecho que resplandezca y sea deseada como la rosa negra de Blake, el aura feliz de Rimpoché o los versos prodigiosos de Borges. Bajo cualquier condición, este editor se ha plantado ante la bella sentencia de Barthes que reza: “El amor es como un fósforo, brilla más en tanto trata de apagarse”. Y entonces, cuando la deseada pareció querer morir, más leña, más fuego, más calidez y sobre todo, todo el amor posible para esta Ventana que se nos apaga (…)
Convertida ahora en una revista “hecha y derecha”, no olvidamos que La Ventana inició como una simple hojita de literatura, luego dobló sus páginas; más y más hojas … Así, hasta convertirse en un árbol frondoso (colocado al centro de este paraíso marino); en él muchos de nosotros hemos escrito parte de nuestra historia literaria y artística sin que ningún ángel de espada flamígera nos haya negado la entrada.
He querido celebrar este feliz acontecimiento con un poema. Lo dedico a todos aquellos que han hecho posible esta loable tarea; en especial, a su editor, Jaime G. Velázquez, quien paradójicamente ha mantenido siempre abiertas las puertas de ésta (hoy cien veces amor y asombro), Ventana Cerrada.
ESTÉTICA
(en seis lecciones y un epílogo nada inusual)
I
Póngase el azul en un espacio
que alterne con la luz. El mar absorto, espuma y voz.
Lanchones y gaviotas cerca del haz: curvas prodigiosas,
vergantines y jarcias
y el canto veloz
del viento que abstrae de todo color
el cuerpo y paz , la vida astral
de esta lección de amor.
II
Que la transparencia de tu cuerpo
doble mi ansiedad. Humedad y silencio, murmullo y voz
¡pulan la luz
armen fulgor
cimbren al dios!
Ya después, cada consagración,
por sí misma arderá
dando al perfil, dando al ardor,
nombre y vocal
sílaba y raíz : Te llamarán saciedad; también pasión
III
Dibujar las armas del corazón,
el estilete del alma,
la suma total de los agravios
y las causas por las que tu ausencia
me ha hecho perder
el equilibrio del trazo.
IV
La tinta debe apuntar al fuego de tu ardor
Infinita y azul, sobria y relampagueante,
debe cobijar
mi a , ( gemido y luz) debe,
iluminar
el mar donde el lenguaje trata
de aprender por fin
con qué luz o a
uno puede arder con más a constancia.
V
Por una temporada
la luz representa al poema duradero.
Engendrador de paz, este poema es el país
donde los contrarios se juntan:
ojo y belleza
junto a la desesperación y el lenguaje
hechos de oscuros silencios.
VI
“Muere” -- dile a este incendio.
E ignora si caliente o frío
Este calor que sube hasta tu ombligo
va por allí, convertido en
escándalo.
Epílogo
a) Ver si aún hay vocación
para teñir de azul
los relámpagos de tu abandono.
b) Que el espíritu pueda abstraer
el grave dolor que hoy perfora
el más hermoso de sus ángulos.
c) Imantar esta palabra,
atraer y elevar, con el talle de su aurora,
un nuevo amanecer : disipación y vuelta
d) Mi fe (mi estética)
tiene la forma del agua : de una curva peligrosa:
canción de tu sombra
vórtice de tu cuerpo.
(Con motivo de la aparición del número 100 de la revista La Ventana)
(CIEN VECES AMOR, con una ESTÉTICA EN SEIS LECCIONES y UN EPÍLOGO NADA INUSUAL)
La aparición de este número 100 de La Ventana, valdría la pena un ensayo (que por supuesto no intentaré), titulado, muy contra-liberalmente: “De cómo dar a luz cien veces sin la intervención estatal”. Este número en especial, nos asombra, no por haber llegado al centenar, sino porque, siendo “provinciana” y originaria del trópico, La Ventana ha podido sobrevivir sin paternalismos, sin la bendición “oficial” y sin mendingar por los pasillos de la burocracia. En realidad, nada ha empañado su limpia trayectoria. Incluso el patrocinio del que actualmente goza, es producto más de su calidad y perseverancia, que de claudicaciones y conductas sumisas.
La Ventana es el vivo ejemplo (se me ocurren otros bien pocos: Vuelta, Arte de México, la Revista de la Universidad), de que el arte y la literatura constante, incisiva, vital, sólo sobrevive si, a su condición precaria y desvalida, se le agrega una buena dosis de amor. En este sentido La Ventana cumple con eso y más: durante cien ocasiones, instantes, momentos que palpitan y son parte de la vida diaria, su editor ha sabido ponerla --Como bien lo ilustra Rainer María Rilke-- "en el vaso que más le agrada".
Así, contra viento y marea, con dinero o sin él, con altas devociones y energías diezmadas, el editor de esta Ventana ha perseverado; ha tratado a su objeto como se trata al enfermo de malaria, o al forastero sediento y al viajero malherido; pero también, ha hecho que resplandezca y sea deseada como la rosa negra de Blake, el aura feliz de Rimpoché o los versos prodigiosos de Borges. Bajo cualquier condición, este editor se ha plantado ante la bella sentencia de Barthes que reza: “El amor es como un fósforo, brilla más en tanto trata de apagarse”. Y entonces, cuando la deseada pareció querer morir, más leña, más fuego, más calidez y sobre todo, todo el amor posible para esta Ventana que se nos apaga (…)
Convertida ahora en una revista “hecha y derecha”, no olvidamos que La Ventana inició como una simple hojita de literatura, luego dobló sus páginas; más y más hojas … Así, hasta convertirse en un árbol frondoso (colocado al centro de este paraíso marino); en él muchos de nosotros hemos escrito parte de nuestra historia literaria y artística sin que ningún ángel de espada flamígera nos haya negado la entrada.
He querido celebrar este feliz acontecimiento con un poema. Lo dedico a todos aquellos que han hecho posible esta loable tarea; en especial, a su editor, Jaime G. Velázquez, quien paradójicamente ha mantenido siempre abiertas las puertas de ésta (hoy cien veces amor y asombro), Ventana Cerrada.
ESTÉTICA
(en seis lecciones y un epílogo nada inusual)
I
Póngase el azul en un espacio
que alterne con la luz. El mar absorto, espuma y voz.
Lanchones y gaviotas cerca del haz: curvas prodigiosas,
vergantines y jarcias
y el canto veloz
del viento que abstrae de todo color
el cuerpo y paz , la vida astral
de esta lección de amor.
II
Que la transparencia de tu cuerpo
doble mi ansiedad. Humedad y silencio, murmullo y voz
¡pulan la luz
armen fulgor
cimbren al dios!
Ya después, cada consagración,
por sí misma arderá
dando al perfil, dando al ardor,
nombre y vocal
sílaba y raíz : Te llamarán saciedad; también pasión
III
Dibujar las armas del corazón,
el estilete del alma,
la suma total de los agravios
y las causas por las que tu ausencia
me ha hecho perder
el equilibrio del trazo.
IV
La tinta debe apuntar al fuego de tu ardor
Infinita y azul, sobria y relampagueante,
debe cobijar
mi a , ( gemido y luz) debe,
iluminar
el mar donde el lenguaje trata
de aprender por fin
con qué luz o a
uno puede arder con más a constancia.
V
Por una temporada
la luz representa al poema duradero.
Engendrador de paz, este poema es el país
donde los contrarios se juntan:
ojo y belleza
junto a la desesperación y el lenguaje
hechos de oscuros silencios.
VI
“Muere” -- dile a este incendio.
E ignora si caliente o frío
Este calor que sube hasta tu ombligo
va por allí, convertido en
escándalo.
Epílogo
a) Ver si aún hay vocación
para teñir de azul
los relámpagos de tu abandono.
b) Que el espíritu pueda abstraer
el grave dolor que hoy perfora
el más hermoso de sus ángulos.
c) Imantar esta palabra,
atraer y elevar, con el talle de su aurora,
un nuevo amanecer : disipación y vuelta
d) Mi fe (mi estética)
tiene la forma del agua : de una curva peligrosa:
canción de tu sombra
vórtice de tu cuerpo.
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