miércoles, octubre 04, 2006

Cuerpo sin sombra

Manuel Salinas: El desarrollo de la plástica en la ciudad de Veracruz
Por Ignacio García

(Texto leído con motivo de la presentación de el libro electrónico El desarrollo de la plástica en la ciudad de Veracruz , en el Museo de la Ciudad, Veracruz, Ver.)

Ocupo un lugar en este presidium sin más mérito que ser amigo de Manuel Salinas. Él me ha dado el honor de acompañarlo en esta noche junto con ustedes y las distinguidas personalidades que se hallan a mi lado. Personalmente mis únicas credenciales son haberme dejado conmover por el trabajo de muchos de mis amigos artistas plásticos y fotógrafos que esta noche también se encuentran aquí. Dicha conmoción me ha llevado a escribir el prólogo al catálogo de algunas de sus exposiciones: Leonel Zárate, Milburgo Treviño, Rogelio Urrusti, Andrés Villalba, Lourdes Azpiri, Néstor Andrade, Arturo Talavera, Beto Contreras, Raúl Guerrero y Valdemar Aguirre son algunos quienes con su obra han avivado mi poesía con la mano del asombro. Pero la poesía es avara y desdeña la historia: o más bien ella misma es historia y a sí misma la disuelve.

Faltaba por ello ese alguien que con actitud generosa cumpliera con la historia y diera a conocer al mundo el trabajo de ustedes. Cosa difícil, si pensamos que el crítico pocas veces busca al interior del terruño y prefiere mejor los escaparates ya consagrados. Citando a Juan Acha, Manuel Salinas dice al respecto:

Hasta ahora hemos buscado el valor internacional sin preocuparnos para nada del local. Nos impulsó a ello nuestra dependencia, nuestro complejo de inferioridad, nuestra mente colonizada y el individualismo personalista. No quisimos ver lo cierto: que no hay valor internacional sin valor local, por eso los países desarrollados buscan esto último”.

La idea de Manuel Salinas fue siempre ésta: antes de ver y proyectar ‘hacia afuera’ mejor volteó y miró hacia la riqueza artística que es común entre nosotros. Su visión, por supuesto, no es nueva; data de fines de los años 60’s, con un desarrollo intermitente que por fin, el día de hoy, puede surgir a la luz.

Cuando tuve la oportunidad de conocer a Manuel y luego la fortuna de convertirme en su amigo, a través de charlas en su estudio y en alguna cantina, nuestros mutuos caminos un día coincidieron: creíamos que en nuestra amada ciudad y puerto había gente muy valiosa, tanto en el terreno de la plástica como en el de la poesía y la literatura. Junto con otros amigos, iniciamos entonces varios proyectos destinados a reunir de nosotros lo mejor del arte. No se requirió ni del escaparate cosmopolita o la publicidad cibernética para saber que nuestras reuniones eran más una comunión entre nosotros que un mercado de arte en el que cada uno nos descalificábamos. El grupo CLAVE, los Encuentros de Escritores en la Bella Época, Otoño de Hojas Nuevas, la exposición de los Oníricos y otros encuentros que ahora escapan a mi memoria, se destacan como el intento histórico de vernos al espejo de nuestras propias entregas y pasiones. Pocos sabíamos que detrás de estos encuentros se hallaba un fiel testigo de lo sucedido: Manuel Salinas.

Un día del año pasado, Manuel me habló de una investigación del desarrollo de la plástica en la ciudad de Veracruz que yo ya le sabía en el tintero. Mi mente limitada concibió este trabajo como un simple tratado de unas cuántas páginas. No sabía yo del enorme esfuerzo y dedicación que Salinas había dedicado a esta tarea; más aún, del noble propósito que, en palabras del mismo Manuel se citan como:

Conocer el desarrollo de los creadores visuales, difundir su obra, testimoniar su esfuerzo y expresarles la solidaridad que todos requerimos.”

Todos estos años, en silencio y, como obedece al creador que con humildad realiza su tarea, Manuel visitó y habló con los artistas plásticos de este puerto. Repito: no porque su enorme capacidad de trabajo haya sido reducida al entorno tropical (pues, se dirá: pudo haber gastado su energía en artistas de más renombre y crédito de marquesina) sino porque él concibió su tarea como un acto amoroso, y ese amor lo redujo a acercarse a quienes eran más íntimos a él y cotidianamente alimentaban con arte y compañía su espíritu. En este entorno, lo que Manuel observa es:

Encontramos en la mayoría de ellos un trabajo consistente, esforzado, mayoritariamente limitado en recursos, con carácter y personalidad definidos, con un arraigo al espacio-tiempo, y en general a la cultura propia local”.

Creo que este sentido de estar al lado del artista local en su espacio de trabajo, saber de sus penurias, conocer sus pasiones y demonios, disfrutar de su obra y valorar su trabajo ―para luego ensartarlo en una historia del las artes plásticas veracruzanas― es el gran mérito de este volumen que nos presenta esta noche Manuel Salinas. No obstante, lo que de verdad este día él nos propone, es que veamos no el fin sino el inicio de una tarea: que tomemos ese principio y enhebremos a él nuestro propio testimonio artístico.

Dice Marcel Duchamp que si un objeto de tres dimensiones proyecta una sombra de dos dimensiones, deberíamos imaginar ese objeto desconocido de cuatro dimensiones cuya sombra somos nosotros. Al acoger en su trabajo a creadores de almas tan disímbolas, Manuel Salinas nos presenta un objeto de una sola dimensión que no arroja sombra alguna: difunde, por el contrario, una luz que nos es común y que un día seguramente nos hará más nobles y más solidarios.

Noviembre 24, 2005

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Cierto Carlos: tu ayuda fue generosa sobre todo en momentos difíciles como el que ocurrió hace varios años durante la entrevista y toma de fotografías a Flavio Hernández,creador visual porteño, en la Escuela Municipal de Artes Plásticas, el dolor de columna me dobló hasta incapacitarme por varias horas, me ayudaste a recoger el equipo y me llevaste a casa. Días aquellos en que como poeta sufrías y disfrutabas tu propio nacimiento. Un abrazo afectuoso y seguimos haciendo la vida...Manolo.

1:16 a.m.  

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