miércoles, noviembre 29, 2006

Ortiz Ochoa: El papel del maestro



EL PAPEL DEL MAESTRO
EN LA CONSTRUCCIÓN DE UNA SOCIEDAD

Nancy Alejandra Ortiz Ochoa
Alumna de Sociología SEA UV
Educadora Rural

La primera e ineludible tarea de la educación
es enseñar un conocimiento capaz de criticar el propio conocimiento.
Debemos enseñar a evitar la doble enajenación:
la de nuestra mente por sus ideas
y la de las propias ideas por nuestra mente.

Edgar Morin


El Texto que presento a continuación, son reflexiones que surgen a partir de mi experiencia y observación como educadora en una comunidad rural en el estado de Veracruz; el interés por la sociología brota paralelamente al tratar de entender los procesos sociales que se generan a mi alrededor; como el día que me dieron una hoja de representación y con ello la tarea de fundar un jardín de niños en una comunidad casi inaccesible, sin instalaciones, mobiliario, material didáctico y sobre todo sin niños. Ese día comprobé que nuestro sistema educativo estaba peor orquestado de lo que imaginaba. Con ello también cambio un poco mi concepción de los maestros.

Ordinaria concepción de Maestro: Tratar de explicar y valorar la función docente dentro de un sistema educativo que contribuye a la construcción de una sociedad, no es una actividad sencilla. Para empezar, porque es difícil erradicar un concepto cargado de estereotipos y lugares comunes negativos que la mayoría de las personas tienen acerca de los docentes y más por cuanto se trata de una concepción basada en la observación superficial del ensayo y el doble error de los maestros.

Considero que debemos concebir al docente como un ser individual con carencias y necesidades, que posee actitudes y habilidades como cualquier otro ser humano, las cuales lo distinguen y hacen diferente de otros docentes. No menciono los defectos particulares, pues estos, por actitud consuetudinaria son juzgados diariamente.

Si bien es cierto que el maestro es un sujeto de suma importancia en el proceso educativo, también es cierto que no es el único ni, por asomo siquiera, el más importante. En consecuencia, no es el principal culpable de nuestra mala educación.

Como muchos otros sectores de nuestra sociedad, el cuerpo denominado Magisterio está atestado de escollos casi imposibles de librar. En ocasiones, algunos docentes, sobre todo recién egresados, se convierten en ilusos guerreros al tratar de luchar contra las instituciones previamente estructuradas y los vicios ya legitimados. Desafortunadamente el tiempo suele ser, en este caso, el peor aliado, pues la mayoría llegan a ser devorados por el aparato escolar.
No utilizaré estas líneas para redimir o sentenciar a los docentes, máxime que son seres amados y odiados hasta el hastío, sino para tratar de entender su rol en nuestra sociedad.

Rol del docente: Como parte de una estructura a los docente les corresponde el rol de reproductores de la sociedad, muchas veces sin quererlo ni estar plenamente conciente de ello. Esta reproducción pretende ser de clases sociales, de la ideología dominante, de políticas públicas o sencillamente de una sociedad acorde a los intereses políticos del momento, es decir, conveniente al modelo económico que posea nuestro país actualmente. Pierre Bordieu y Jean Claude Passeron, en su libro La reproducción de la educación, analizan el papel simbólico del aparato escolar y los autores exponen que las relaciones de aprendizaje, los contenidos, las evaluaciones y el lenguaje ayudan a reproducir una sociedad dominante, afirmando que la educación es un medio de reproducción. La educación sistematizada tiene entre sus tareas reproducir patrones sociales, que se reproduzcan o no, dependerá del contexto en el que se desarrolle la educación y la persona que este inmersa en él.

En cuanto al rol del maestro, sucede que el docente no cobra verdadera conciencia de su papel y se vuelve un cuidador de esa reproducción social, sin conciencia ni participación genuina en ese proceso, mientras se ve controlado por un sistema educativo manipulador, enajenante y tecnócrata. Sin darse cuenta (o tal vez sí) que su participación no pensada es una especie de acción que contribuye principalmente a algo totalmente diferente de lo que se puede llamar educación.

El quehacer docente es una actividad que requiere preparación constante, carácter, actitud, tenacidad, creatividad, vocación y mucha paciencia para sobrellevar adecuadamente la misión asignada. Todo maestro que se precie de serlo sabe perfectamente esto: “educar no es tarea fácil”.
Dichos maestros aunque sean entes distintos, lo quieran o no, deben conformar una unidad sistemática para cumplir planes y objetivos afines.

Los objetivos afines: Son marcados por programas donde, la mayoría de las veces, quienes los elaboran no están en contacto con la realidad que vive el común denominador de los maestros. Con frecuencia, el docente encuentra estos objetivos –y las estrategias para llevarlos a cabo– difíciles, ininteligibles e incluso incongruentes con la situación vivida en su centro de trabajo. Esta situación se da porque la mayoría de los planes de estudios son copias fieles o infieles de planes extranjeros, implementados y dirigidos arbitrariamente sin un previo análisis y sustento teórico metodológico. Esto provoca que el engranaje –por llamarlo de alguna manera- de la educación no marche como algunos quisiéramos.

Engranaje mal ensamblado: Lamentable o afortunadamente –pues la crítica contribuye en el mejoramiento de las cosas–, hay gente que opina que su educación fue interrumpida por sus años escolares; otros, más burda y cruelmente, han expresado que después de la escuela no saben cómo son capaces aún de seguir pensando. ¿Respondió la educación a los intereses particulares de ésas personas? Evidentemente no.
La crisis educativa no sólo se ha vivido ni se vive en nuestro país: grandes naciones han enfrentado y sobrevivido a un viejo sistema educativo. Pero en nuestro país, la disposición de todos los componentes de la educación, la hace proclive al fracaso o, simplemente, a no obtener los resultados deseados.

Aunado a esto tenemos la rutina, las condiciones paupérrimas de los centro de trabajo, el bajo salario, los salarios desiguales que hay en el mismo sector, el escaso material didáctico, el poco apoyo por parte de las autoridades gubernamentales, la insuficiente preparación que se recibe de los mandos educativos, los interminables tramites burocráticos que parecen ser más importantes que la educación misma, las organizaciones sindicales que se convirtieron en cotos de poder que benefician sólo a unos cuantos, alumnos desinteresados en su educación, padres solapadores y más desinteresados aún, y por último y no menos importante, la poca disposición de los mismos docentes para renovarse día a día.
También hay que mencionar que en el mundo docente uno de sus peores enemigos puede ser la mentalidad antediluviana, oficialista y tecnócrata del mismo maestro, alentada y organizada principalmente desde las propias supervisiones escolares y sus mandos superiores, lo que convierten a ésta, una de las profesiones que debieran ser más nobles y hermosas, en una actividad mecanizada, guiada por la comisión y la aceptación.

Preguntas sin respuesta: Tomando en cuenta esto, me pregunto: ¿La educación que proporcionan los maestros debe responder a intereses políticos, sociales y económicos de algunos, aunque las necesidades del educando y de la sociedad sean completamente opuestas a dichos intereses? ¿Deberá corresponder esta educación a paradigmas educativos en boga aunque éstos se postulen en países diferentes al nuestro? ¿Cada maestro deberá decidir qué parte de la sociedad quiere reproducir? Esto me lleva a cuestionarme aun más si los docentes son aptos para tomar este tipo de decisiones o simplemente deberíamos tratar de responder a los intereses particulares del educando. Me gustaría quedarme con lo último: creo que la educación debe ser útil en la vida del educando y a través de ello, serlo para nuestra sociedad. Ojo: con esto me refiero a una sociedad libre en pensamiento, sin cortinas de humo tratando de ocultar nuestra realidad, mientras que por educando entiéndase un ser humano en toda la extensión de la palabra, con derechos, responsabilidades y aspiraciones.
Tal vez una solución a los objetivos y planes “desfasados” sería que cada maestro elaborara objetivos propios que partieran de y dieran respuestas a las necesidades e intereses presentados por los alumnos en determinado contexto. En teoría, esto se hace. Pero, ¿qué tan comprometidos, informados y capacitados están los docentes para llevar satisfactoriamente esto acabo? Ahora, ¿qué tan preparada está la sociedad para que se nos eduque apegados, digamos, a la verdad, la igualdad y la tolerancia? ¿Se imaginan a un maestro de primaria diciéndole a sus alumnos que la guerra de independencia fue iniciada por los criollos para beneficiar más a los de por sí ya beneficiados? ¿Que los niños héroes, ni eran niños, ni fueron héroes, es más, que ni existieron (como se especula últimamente)? ¿Cómo se le explica a un niño que en un país como el nuestro es más valorado un patiño de televisión que un ser pensante? Claro, esto es consecuencia de una educación impartida desde el estado para una sociedad desinteresada en la educación. Así que, en ese sentido, también nos falta madurar como sociedad, entender que nuestra educación es una responsabilidad compartida. Tal vez esto se interprete que mi discurso es a favor de la privatización de la educación, algo totalmente falso, sin embargo, considero que el estado debería estar más preocupado en impartir una educación apegada a los valores humanos, como la verdad, honestidad y la tolerancia, que contribuya además al desarrollo cognitivo del educando.

Última reflexión: Ser docente, médico, ingeniero o reportero en este país siempre será tarea difícil, ya que hay que luchar -todavía más- contra nuestra propia idiosincrasia heredada y plagada por años de corrupciones y excesos. Desde mi punto de vista, ese es nuestro mal desde hace algunos siglos. Un cambio se lograría con una revolución mental, es decir, proporcionando realmente una educación para la vida. Nuestros gobiernos se tendrían que preocupar más en invertir en una buena educación para todos que en sufragar banalidades particulares de unos cuantos. A los maestros corresponde prepararse constantemente, tener disposición de aprender y enseñar, adquirir o poseer ciertas habilidades útiles para su función, entre ellas capacidad crítica, inteligencia y vocación; a nosotros como sociedad, exigir una educación realmente de calidad. Pero, mientras no seamos lo suficientemente críticos y analíticos para poder distinguir qué es calidad o no, no sabremos qué exigir. Mientras tanto, nuestros maestros seguirán impartiendo una educación mecanizada, nuestros gobiernos seguirán manipulando la educación y nosotros impávidos dejaremos pasar el tiempo.


BIBLIOGRAFÍA
Gonzáles, Rivera Guillermo, Torres, Carlos Alberto. Sociología de la Educación. Edit. Pax. Méx.
Durkheim, Émile. Educación y sociología, Colofón S.A. de C.V.
Vazquez, Josefina Zoraida (coordinadora). Interpretaciones de la Independencia de México. Edit.
Patria S.A. de C.V., Méx. 1997.





















1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

dicha informacion expuesta en este blog me parece muy sensata pero sobre util teniendo una mejor apertura de lo importante que es la labor docente en la actualidad peor teniendo en claro q no todo recae en el el pues tambiuen s encuentra la sociedad y el gobierno mismo

3:22 p.m.  

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