Tristes cuentas de Sara Guadalupe
Aunada a la rechifla gigantesca que se llevó Sara Guadalupe Bermúdez (Sari para los empalagosos) en la entrega al Premio FIL a Carlos Monsiváis durante la inauguración de la Feria del Libro en Guadalajara, 2006, reproducimos este artículo para que el lector se dé idea del por qué el público rechazo a la des-funcionaria panista encargada de RoñaCulta
Las tristes cuentas de Sari
Judith Amador Tello
Proceso, 26 nov. 2006
La historia de las acciones del primer gobierno panista muestra significativos tropiezos, caprichos, banalidades y falta de transparencia en materia cultural. No se dieron los cambios que lo distinguirían de las administraciones priistas ni se cumplieron las promesas ofrecidas. Reporteros y colaboradores de este semanario ofrecieron a lo largo de estos seis años datos, hechos y testimonios que así lo asientan.
Con el descrédito de una competencia desleal y puesta en duda su capacidad, formación y experiencia para dirigir la política cultural de México por la comunidad intelectual, asumió Sari Bermúdez la presidencia del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) el 1 de diciembre de 2000.Aceptar el cargo fue uno de los primeros hechos en los cuales incumplió los ofrecimientos del período de transición, en el cual había garantizado que sería un grupo de head hunters quienes elegirían, en base a currículum y experiencia, al titular del Conaculta.
Se perfilaban varios candidatos, uno de los más fuertes era la antropóloga Lourdes Arizpe, quien dirigió el área de Cultura en la UNESCO e incluso había entregado un proyecto. Al final fue la decisión unipersonal de Vicente Fox quien impuso a Bermúdez. La crítica de arte Raquel Tibol, apelando a su honestidad, le dijo a la exconductora de televisión: “Usted no debió haber aceptado”.No faltaron quienes vieron la designación de la funcionaria no sólo como una decisión presidencial, sino como el resultado de haber escrito un libro apologético de Marta Sahagún de Fox, Marta, la fuerza del espíritu. La historia del nacimiento de un ideal para cambiar una nación, publicado por Gabriel Ediciones.En una entrevista con este semanario, Bermúdez contó, sin medir el significado de su anécdota, que cuando viajaba al extranjero en misiones de trabajo moría de ganas de ver los escaparates de la moda. Pero su director de Asuntos Internacionales, a la sazón Jaime Nualart (actual embajador de México en Egipto), la contenía: “No, Sari, la señora ministro de Cultura no puede ver aparadores”. Ella le regateaba: “¡Ay, Jaime, tantito!”, pero se conformaba al final con verlos de pasadita.Así, la mujer que ofreció sentar las bases de la política cultural del siglo XXI, como lo hizo José Vasconcelos en el XX, mostró uno de los rasgos de su gestión: la trivialización. Sus frecuentes viajes fueron objeto de auditorías por la Cámara de Diputados. Y según se públicó en marzo de 2005, había gastado 3 millones 670 mil pesos en 157 giras nacionales e internacionales. Admitió entonces que no viajaba en clase turista, sino ejecutiva, porque le parecía muy cansado.
Varias fueron las ocasiones en las cuales Bermúdez invocó al autor de las misiones culturales, al hombre que sí logró aglutinar a artistas, intelectuales, políticos y ciudadanos en torno de un proyecto que fincó las bases de la educación y la cultura, y cohesionó a la nación. Cuando los gobiernos neoliberales dieron al traste con ese modelo cultural, se hizo el vacío. Así lo señaló en su momento el filósofo Andrés Ordóñez al hablar de la urgente necesidad que tenía México de construir un nuevo paradigma. Pero lejos de haber logrado la creación de un nuevo modelo cultural –que articulara los esfuerzos de las distintas instituciones que en el país hacen o están vinculadas con la cultura, y entendiera que ésta es mucho más que las bellas artes–, se acentuó la desarticulación y la división institucional casi hasta la esquizofrenia. Sin coordinaciónComo en el resto del gabinete mismo, donde un día el presidente afirmaba una cosa y al siguiente era corregido y hasta desmentido por algún secretario de Estado o su propio vocero, más tardó el Conaculta en afirmar que el eje del programa sexenal sería el fomento a la lectura, cuando Francisco Gil Díaz, secretario de Hacienda y Crédito Público, anunciaba el IVA a los libros, el fin de la tasa cero a la industria editorial y gravaba con el ISR los derechos de autor. Como sin memoria, Hacienda hizo esta propuesta dos años consecutivos y sólo la organización de la comunidad artística impidió que se impusieran.Ante estas acciones, a las cuales se sumaron el intento de la SHCP de desaparecer algunas instituciones culturales, y al hecho de que el presupuesto cultural –dictado en las oficinas hacendarias– se fue reduciendo, los especialistas Néstor García Canclini y Ernesto Piedras han señalado (ver recuadro) que la política cultural foxista pareció dictarse en los sectores económicos y no en el propio Conaculta.
Hacia diciembre de 2000, el dramaturgo Víctor Hugo Rascón Banda criticó la atomización del sector. Contó como integrantes del Conaculta: dos órganos desconcentrados, tres descentralizados, cuatro empresas de participación civil mayoritaria, una asociación civil, un mandato, cuatro organismos no definidos, siete direcciones de área, siete coordinaciones nacionales y dos secretarías técnicas.Además de las actividades de promoción cultural en las secretarías de Hacienda, de Relaciones Exteriores –que cuentan con sendos acervos de arte–, de Economía y otras instancias del gobierno federal. El escritor propuso una reforma integral. Luego, como asesor y amigo de Bermúdez, aseguró que el gran logro de la presidenta del Conaculta fue que entregaría las instituciones como las recibió, pues no desapareció ninguna y “nada hay que lamentar, salvo lo del Casino de la Selva, el Wal-Mart en Teotihuacán y el caso de Remedios Varo, que rebasó las posibilidades legislativas del Conaculta”.
En realidad, en el contexto de las políticas contradictorias entre la SHCP y el Conaculta, dentro de la miscelánea fiscal para 2004, Hacienda sí propuso la desaparición de instancias como el Instituto Mexicano de Cinematografía, el Centro de Capacitación Cinematográfica, los Estudios Churubusco y Educal.Bermúdez prometió defender por “obligación y convicción” las instituciones. Dejó ver, sin embargo, no sólo la desarticulación institucional, sino que en su concepción el Conaculta, el presidente de la República y Hacienda no forman parte de una sola entidad:“Debo de apoyar a las instituciones culturales, porque para eso me puso aquí el señor presidente.”–¿Aunque la propuesta fiscal venga de él?–Nadie ha dicho que la propuesta venga de él…–Viene del Ejecutivo…–La Secretaría de Hacienda es quien incorporó a la miscelánea fiscal...Se había incluido también entre las instituciones por desaparecer al Fondo Nacional para el Fomento de las Artesanías. Visto con un enfoque más económico que asistencialista, el sector artesanal podría considerarse una de las industrias culturales del país, tema que se supone interesaba al Conaculta en este sexenio. No obstante, Sari Bermúdez dijo entonces que no le correspondía defender su permanencia, pues ya bastante trabajo tenía con el Conaculta:–Pero es parte de la cultura popular.–Ya sé, pero no está dentro de mi jurisprudencia, y yo necesito dar la batalla fuerte por el cine y por el proyecto Hacia un país de lectores, porque eso es lo que espera de mí el presidente.No fue el único caso en el cual hubo contradicciones en el Ejecutivo o el Conaculta prefirió hacerse a un lado. La aprobación de la Ley de Bioseguridad y Organismos Genéticamente Modificados –conocida como Ley Monsanto– fue otro caso. Su discusión se dio justo cuando el consejo promovía a la gastronomía mexicana para ser incluida en la lista de patrimonio inmaterial de la UNESCO, que a final de cuentas no obtuvo. Se destacaba en el expediente entregado al organismo internacional que la cultura estuviera basada en el maíz y, sin embargo, el Conaculta no participó en los debates de la ley que permite la introducción de maíz transgénico.
Rispidez con el Legislativo, La simple sobrevivencia de las instituciones culturales creadas en el régimen priista no bastó a Bermúdez, quien desde su incursión en la campaña hacia la Presidencia de Vicente Fox anunció que habría cambios notorios. Al final, no hubo ninguna reforma al sector cultural. Anticipaba hace un año Rascón Banda, cuando se le cuestionó que habían pasado cinco años y no se sentaron las bases de un proyecto cultural a futuro: “Esa sería la factura en caso de que para el 1 de diciembre del año que entra, en el cambio, no haya ley de cultura. Sería la deuda pendiente, la asignatura que dejaría Sari y sería juzgada por la historia porque no logró la reforma, pero vamos a esperar un año.”Pasó el año y no hubo reforma. No hubo ley de cultura. Como su antecesor Rafael Tovar, Bermúdez se va sin resolver el estatus jurídico del organismo que se supone rector de la cultura.
Mal y tarde, pudo resumirse, pues a cinco años del inicio de su gestión Vicente Fox presentó ante la Cámara de Diputados la iniciativa de Ley de Fomento y Difusión de la Cultura, elaborada en un despacho privado. Desde que se dio a conocer, filtrada a la prensa en agosto de 2004, el proyecto legislativo obtuvo un amplio rechazo de la comunidad artística e intelectual. Entre varias de sus deficiencias, se dijo que no modificaba en nada al sector, sino sólo pretendía legalizar el aparato burocrático. Marginados por el Conaculta, los sectores académicos, artísticos, intelectuales y de trabajadores de la cultura organizaron sus propios debates en torno de lo que debería hacerse en materia legislativa, se acercaron al Congreso de la Unión y lograron que la ley no se aprobara.
Tras ese rechazo, se modificaron algunas partes del proyecto, no lo esencial, y se le cambió de nombre para presentarlo nuevamente a la discusión de los legisladores. Por ello, la comunidad le puso por nombre “clon de la Ley Bermúdez” y volvió a organizarse para que no les dieran un madruguete con su aprobación. Todavía en los últimos días de la pasada legislatura se apostaron frente al Palacio de San Lázaro grupos opositores a la ley, que presionaron para que el proyecto no se dictaminara en la Comisión de Cultura. Hace unas semanas, integrado ya el nuevo Congreso, se habló de la posibilidad de “revivir” la propuesta, pero el diputado perredista Emilio Ulloa, actual presidente de la Comisión de Cultura de la Cámara baja, aseguró que el proyecto está desechado.Al tiempo que la comunidad cultural batallaba contra la llamada Ley Bermúdez, en el Senado se aprobó un proyecto legislativo sobre el nuevo federalismo en el cual se reformarían los artículos 27, 73, 115, 116 y 124 constitucionales. De esa forma, se aprobaba la concurrencia con la federación, de estados y municipios en materia de patrimonio cultural, con lo cual, a decir de varios especialistas, se abriría la puerta a la privatización y comercialización de zonas y monumentos arqueológicos, artísticos e históricos, y se pondría en riesgo su conservación.
De nuevo fue la comunidad académica y cultural la que se movilizó para organizar debates en torno al tema y oponerse a su aprobación en la Cámara de Diputados. Del lado institucional, sólo los funcionarios del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) se manifestaron en contra, aunque tardíamente. En el Conaculta y en el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), optaron por guardar silencio. En el mismo campo legislativo, se generó una confrontación entre el Ejecutivo y las cámaras cuando Fox decidió vetar la ya aprobada Ley de Fomento para la Lectura y el Libro, no obstante que era el tema central de su programa cultural y tenía el respaldo de los editores agrupados en la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana, la Asociación de Libreros Mexicanos, librerías, escritores y otros actores de la cultura.Fox vetó la ley amparado en que la Comisión Federal de Competencia (Cofeco) consideró que el precio único propuesto en ella equivale a una práctica monopólica. La Cofeco advirtió también sobre los monopolios con respecto a la Ley Federal de Radio y Televisión, llamada Ley Televisa, pero en este caso Fox no tuvo empacho en darle curso a su publicación una vez aprobada en el Congreso. Pese a que el duopolio Televisa y TV Azteca, beneficiarios sin duda de este proyecto legislativo, emiten contenidos culturales que han sido cuestionados, el Conaculta tampoco participó en los debates de esta ley, como no lo hizo en los de la Ley Federal de Telecomunicaciones ni en el Acuerdo de Convergencia.
MegalomaníaSin duda, uno de los asuntos más polémicos en el sexenio foxista fue la construcción de la Biblioteca Vasconcelos (BV), rebautizada como megabiblioteca y calificada como faraónica y dispendiosa. Desde su presentación en la Biblioteca de México en la Ciudadela, con el espaldarazo del escritor Carlos Fuentes, el proyecto fue cuestionado, pues se planteó inicialmente como la creación de la Biblioteca Nacional cuando ésta existe ya en Ciudad Universitaria.
Junto con la propuesta de esta obra, se planteó la idea de crear un museo de arte contemporáneo (MAC) a un lado del de Arte Moderno en Chapultepec. La crítica de arte Raquel Tibol comentó en su momento, que “cada funcionario le vende una idea distinta a la presidenta del Conaculta, supongo que Luis Martín Lozano (director del MAM) le vendió la idea del museo de arte contemporáneo, en lugar de proveer al MAM de lo que le hace falta”.Ni se creó el MAC ni se dotó al MAM de todo lo que le falta. Por el contrario, la crítica de arte Blanca González Rosas reseñó en una de sus columnas de este semanario el lamentable estado en el cual se encontraba el museo. Su acervo apenas creció durante este sexenio –el cual siguió la tradición de no destinar recursos para la adquisición de obras–, básicamente mediante donativos.En cambio, en la megabiblioteca, obra del arquitecto Alberto Kalach, se invirtieron oficialmente mil 189 millones, de los cuales más de 4 millones 200 mil pesos fueron para el concurso internacional de arquitectura.
Las cifras del proyecto fueron objeto de investigaciones por parte de diputados de la anterior Comisión de Cultura en la Cámara baja. Según el ahora exdiputado del PRD Inti Muñoz, la obra alcanzó los mil 983 millones de pesos, cuando Jorge von Ziegler, exdirector de Bibliotecas del Conaculta y ahora director de la megabiblioteca, había asegurado que la edificación no rebasaría los 700 millones de pesos.Muñoz denunció también, luego de que los diputados rechazaron otorgar presupuesto alguno para la biblioteca en el ejercicio correspondiente a 2005, que se habían recortado recursos al INAH, el INBA, los Estudios Churubusco, Canal 22 y Radio Educación, para destinarlos a la megabiblioteca. Miembros del Patronato de la BV fueron cuestionados por Proceso sobre el particular, pero dijeron no saber al respecto, aunque no dieron elementos para afirmar lo contrario.
La Auditoría Superior de la Federación investigó, por su parte, y descubrió no sólo falta de transparencia en el ejercicio de los recursos, sino transferencias irregulares y hasta la compra de 11 vehículos Renault, para los funcionarios del Comité Administrador del Programa Federal de Construcción de Escuelas (CAPFCE), responsable de la construcción del edificio.Nunca pudo Von Ziegler demostrar con documentos o estudios la necesidad de construir esta obra, y aunque hay quienes consideran que cualquier incremento a la infraestructura cultural es bienvenido en un país tan carente como México, tampoco se justificó la razón por la cual se construyó casi en el centro de la Ciudad de México y a pocos kilómetros de la Biblioteca Nacional de Ciudad Universitaria y de la Biblioteca de México en la Ciudadela.
El también escritor tampoco fue capaz de explicar cómo cumpliría con su objetivo de poner al alcance de todos los mexicanos la información, pues primero afirmaba que tendrían acceso gracias a los transportes que operarían en la estación de Buenavista. ¿Y quienes viven fuera de la zona metropolitana? Vía internet, se suponía, pero según cifras publicadas por el propio Conaculta en su página web, entre 2000 y 2005 sólo mil 525 bibliotecas fueron incorporadas al servicio de cómputo e internet, cuando la red nacional consta de 7 mil bibliotecas.
Pablo García Sáinz, director de la Asociación Civil que formalizó el nuevo patronato, luego de la escandalosa salida de éste del empresario Bernardo Domínguez Cereceres, dio a conocer en diciembre pasado que para digitalizar y poner en red el acervo de la biblioteca pasarían al menos 10 años. Cuando por fin se logre, podría no quedar dentro de esta biblioteca, pues también informó que los convenios firmados para el fin no son con la Vasconcelos, y podrían operarse en una biblioteca virtual o cualquier otro espacio, incluso una compañía privada como Pegaso, de la cual es dueño Alejandro Burillo, ahora expresidente del patronato.
El experto en digitalización de acervos Óscar Mondragón dijo hace tiempo que con 1 millón de pesos al mes se podrían colocar en línea entre 70 mil y 80 mil libros, lo que significa que con el presupuesto inicial de la megabiblioteca, 800 millones de pesos, se lograrían poner en red 56 millones de libros. La inauguración de la Vasconcelos fue alcanzada por lo electorero: se realizó antes de haberse terminado, con apenas 50% de los trabajos de digitalización, con problemas de goteras, con sólo 500 mil libros en su acervo, que se elevó ya a 600 mil. En cambio, se gastó en pagar e instalar una obra de Gabriel Orozco, hecha con el esqueleto de una ballena, a quien Sari Bermúdez no tuvo recato en llamar su artista “consentido” en un acto público.Igual sucedió con el Centro Cultural Bella Época y Librería Rosario Castellanos, donde el arquitecto Teodoro González de León, responsable de la obra de remodelación del antiguo cine Bella Época, que alberga ambos espacios, reprochó que se acortaran los tiempos “por las prisas políticas”. Bastó una lluvia intensa, que derrumbó el plafón de la librería, para pagar el costo de la premura.
Antes de la inauguración de la Vasconcelos, un grupo de intelectuales llamó a las autoridades culturales a que, si ya se había hecho el gasto, pese a la oposición de varios sectores, mejor se destinara la obra al Archivo General de la Nación, donde se resguarda la memoria histórica del país en riesgo por la amenaza de desbordamiento del canal cercano al antiguo Palacio de Lecumberri. En su modo de ver a la cultura, sólo como una parcela del país, Bermúdez respondió que ese no era su problema.Para luegoCuestionado por coleccionistas como Ricardo Pérez Escamilla y Andrés Blaisten, el proceso legal llevado en la lucha por el acervo de 38 obras de Remedios Varo Uscanga (1908-1963), cumplió la sentencia que varios críticos le avizoraban: no se solucionó en este sexenio, pasa a ser uno de los pendientes que deberá resolver la próxima administración.
En junio pasado, Bermúdez y el abogado Javier Laynez, subprocurador jurídico de la PGR, anunciaron que el Cuarto Tribunal Colegiado en Materia Civil del Primer Circuito reconoció a la procuraduría la “facultad jurídica para defender, por la vía del derecho, las obras... como bienes del dominio público de la federación”.Ya se había insistido en que las obras son patrimonio nacional y, por tanto, no debía litigarse en la Tercera Sala de lo Familiar, donde se llevaba el caso. Con la PGR al frente, se reinicia el juicio y queda sin efecto lo litigado anteriormente, donde –cabe destacar– el INBA había recibido varios reveses frente a Beatriz Varo Jiménez, sobrina de la pintora.Igualmente sin resolver queda el proceso que el Órgano Interno de Control del Conaculta llevaba contra Dolores Creel Miranda (excoordinadora de la desaparecida Unidad de Proyectos Especiales UPX, creada en la administración de Bermúdez contra la Ley de Presupuesto, Contabilidad y Gasto Público) por un presunto “daño o perjuicio” de 1 millón 902 mil 888 pesos. Todo se desencadenó luego de que la videoasta fue asaltada el 6 de diciembre de 2003 en Periférico Sur y despojada de 248 mil pesos que se utilizarían para realizar en India un video homenaje a Octavio Paz.Bermúdez enfrentó varios cuestionamientos a lo largo de su gestión, iniciados con el nombramiento de sus colaboradores.
Algunos de ellos no llegaron al final, como Víctor Hugo Rascón Banda, nombrado asesor, aunque hace un año negó que lo siguiera siendo; Andrés Roemer, quien fuera secretario técnico; Sergio Raúl Arroyo e Ignacio Toscano, exdirectores de las dos instituciones-pilar, INAH e INBA, respectivamente; y Lucina Jiménez, extitular del Centro Nacional de las Artes. A finales del año pasado y principios de éste, dejaron el INAH funcionarios que habían hecho pública su oposición a la Ley Bermúdez.Cuando formó parte de la campaña, Bermúdez anunció que una de sus primeras acciones sería trabajar en el proceso de descentralización de la cultura, pues Tovar y de Teresa había sentado las bases para que el gobierno foxista arrancara “fuerte”. María Cristina García Cepeda, entonces secretaria técnica del Conaculta, le replicó que no sólo se habían sentado las bases, sino que se habían realizado acciones importantes y “los resultados están a la vista”. Ahora le toca rendir cuentas a ella y explicar si cumplió con los objetivos de hacer reformas legales para dar carácter constitucional al derecho de las culturas y a la cultura; crear una ley general de cultura; una reforma orgánica del Conaculta y sus instituciones; reformas fiscales para estimular la creación artística y la protección del patrimonio cultural; instalar consejos consultivos de cultura, uno a nivel federal que asesore a la presidenta del Conaculta, y consejos estatales y municipales, que complementen la labor de las instituciones ya existentes; incluir asignaturas artísticas obligatorias como parte de la enseñanza formal en el Sistema Educativo Nacional y propiciar la toma de conciencia sobre la importancia que tiene el patrimonio cultural de México; impulsar una campaña en escuelas y medios de comunicación que propicie la participación voluntaria de los ciudadanos, y promover el surgimiento de nuevas industrias culturales y otras actividades productivas, que se propuso al inicio de su gestión.
Las cuentas alegres de la gestión de Bermúdez se preparaban para el viernes 24, día de su informe, cuando ésta edición ya cerró. El lugar: su búnker de la biblioteca inacabada.
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