lunes, diciembre 25, 2006

Ignacio García: Hasta la card-book


















Del mimeógrafo a la card-book
Ignacio García
a la memoria de Ángel Montes

Un recuerdo del pasado

Ha de haber sido 1985, cuando el poeta veracruzano Eduardo Sansores produjo una obra teatral llamada Suave Patria, inspirada en la obra de López Velarde. En ella actuaba otro poeta, Enrique Patricio, y el prólogo al acto fue pergeñado por un escritor genial (hoy perdido en las selvas de Quintana Roo) llamado Carlos Torres. Para entonces ya todos ellos eran mis amigos y formábamos una especie de “mafia” literaria en el puerto.



Rememoro esto sólo por ocio, y por la forma en que aquel prólogo de Torres fue impreso. Mi vida en las computadoras lleva casi 25 años y he visto de todo. Un día llegaron estos amigos a solicitarme ayuda: la impresión de las invitaciones (prólogo incluido) para esa obra. Todo salió horrible; si bien, rápida, gratis y novedosa, para quienes la recibieron de mano en aquellos tiempos. El tipo de letra era todo mayúsculas, sin acentos y con un solo estilo de letra que el tambor de una impresora --del tamaño de un Vocho-- podría permitir; sin olvidar que el único papel para imprimir era uno de rayas verdes y blancas.

Apenas un año antes, había yo publicado mi primer libro titulado Acto Mismo. Fue escrito en una máquina eléctrica, quemado luego en un aparato Xerox que perforaba en una matriz los caracteres negros, y luego impreso en un mimeógrafo que tardó siete días para hacer 25 números. Hoy, algunos millares de lectores a través de la Internet pueden leer ese mismo texto, todos a la vez; bajarlo en 10 segundos e imprimirlo en unos 20 más... Paraísos Alternos.
Cosas de la magia de la electrónica.

Un cambio sustancial

Unos cinco años después, la cosa había cambiado. Ya se encontraban entre nosotros las primeras Apple personales, e impresoras con más sentido de la rapidez y variedad tipográfica; además (muy importante), acompañadas de los primeros editores de textos, cuyos nombres hoy he olvidado. Así fue como se imprimieron algunos cuadernillos de una serie llamada “los rollos de el malandrín”, con poesía de Marisol Robles, Mary Carmen Gerardo; una novela de AGN con seudónimo de Benjamín Conde, y Sub-versión de lo inacabado de quien esto escribe.

Estábamos felices. Por fin, 25 ejemplares de cada uno de los escritores, podíamos hacerlos en uno o dos días, gracias a las impresoras de agujas: más eficientes aún si eran de ida-y-vuelta (escribían de izquierda a derecha, y de regreso).

El progreso geométrico

La ciencia de la computación avanzó enormidades a principios de los 90’s. La Internet vino a revolucionar todo el concepto que se tenía de acceso a la información; a almacenar (sobre todo para quienes amamos la literatura) fragmentos de libros, luego libros completos, y por fin bibliotecas virtuales como la Cervantes (1) o el Proyecto Gutenberg (2) y otros hoy famosos como el Lulu-Book (3) y Google Book (4), en una serie tremenda de sitios que ofrecen libros gratuitos. Lamentablemente, América Latina ha ido a la zaga del progreso y apenas si hay algunos sitios que ofrecen libros cuya autoría ha caducado. (La UNAM y la UV cuentan con un acervo gigantesco, unido a otros sitios de latinoamérica y España) ¿Qué seguirá a todo esto con el libro como instrumento de lectura?

Lo digital como opción al bolsillo

Alejado de las librerías tradicionales, en las que los precios comenzaron a aumentar como si fueran impuestos prediales –-y con sueldos que dejaban a uno con: “O doy de comer a mis hijos o me compro ese libro”— y cuyas “novedades” (por lo menos en las librerías del puerto) no iban más allá de los soporíferos inventos espirituales de Deepak Chopra, uno comenzó a optar por mejor leer los libros en la pantalla de la PC, a “bajar" obras sin derechos de autor, a buscar a piratas que digitalizaban los libros y que (por convicción e ideología) los ponían a disposición de uno para leerlos y/o imprimirlos después.

Los formatos de lectura también se volvieron más eficientes, y ya no fue necesario leer en Word u otro procesador alterable: existen ahora los formatos con índices, notas, etc. como el PDF o el Reader de Microsoft --que hasta voz tiene para las personas discapacitadas. Esto nos hizo preguntar a muchos ¿Se convertirá el libro en una masa de dígitos en vez de papel encuadernado?

Las ventajas y desventajas

Unos y otros, defensores y opositores, al cambio en la forma que adopte el libro, argumentan ventajas y desventajas. En mi caso particular avizoré una ventaja enorme al publicar dos de mis últimos libros (Teorema y El eje en la Flama) de forma digital. Los 25 CD’s de cada edición me costaron el 98% más baratos que si los hubiera yo editado en papel...punto aparte que dejaron de comerse, por lo menos, unas dos o tres capas de árboles con los que se hacen las hojas bond y el cartón de las tapas.
La desventaja enorme fue ésta: no todos mis lectores poseen un procesador o, bien, éste, no está “actualizado” a la tecnología usada por mí para la creación de esos dos libros que contienen no sólo texto sino imagen, música, video, animación. La otra gran desventaja es que hay que sentarse a leer/ver/escuchar esa clase de libros –-sea que se almacenen en un CD o USB, o que estén residentes en un sitio de la Internet. Total: que, a lo mejor, de 25 lectores posibles que podía yo tener, sólo me quedé con 10...si no es que menos.

La cercanía hacia el lector

La lectura, de acuerdo a Lin Yutang, es un placer que exige el apoltronarse en algún buen sillón o hamaca, sacar un cigarrillo, una buena copa (de lo que sea) y comenzar a disfrutar del olor del papel, la textura, el roce con la letra, etc. Esto no existe en el libro digital. ¿Cómo solucionar ese problema? ¿Se está haciendo algo para combatir el desosiego que para leer no hay que hacerlo en la cama sino en una silla dura y delante de un monitor de PC? Algunos lectores ya le han hallado el modo, comprándose una LapTop o NoteBook con batería hasta de dos horas...se la llevan a la cama, y se ponen a leer. Aún así, no resulta tan agradable cuando, como yo, se tiene la manía de subrayar el libro, ajarlo, aventarlo si no le gusta a uno, o dormirse sobre él cuando, como Terra Nostra, sirve hasta de almohada..

Hasta ahora, la ventaja del libro electrónico no se encuentra (si bien va por el camino de encontrarlo) en la forma sino en el estilo y contenido de su concepción. En la forma, leer un libro de estos es incómodo, nada nostálgico, renuente al placer tradicional: para ello se requiere de una modelo ya establecida por la costumbre de leer. No obstante, y ante el embate tecnológico, la forma del libro actual adolece (defecto advertido sólo ahora) de algo que el libro digital ya contiene, y que va a incrementarse de manera geométrica en el futuro: la confluencia tecnológica casi infinita de recursos de todo tipo para que, sin moverse de su lugar, el lector tenga a la mano (o vista, como se quiera) no sólo la información estática de lo que lee, sino un tipo de acervo virtual de proporciones gigantescas: similares a La Biblioteca de Babel de Jorge Luis Borges.

Pero, para que este tipo de lectura resulte igual de placentera al libro ya conocido, en primer lugar, se requiere que el lector-normal tenga lo que reclama: que el libro sea un libro. Es decir, que allí donde hay un texto (cuento, novela, poesía, ciencia, tecnología) se tenga la forma de un volumen con pastas y de fácil transportación...Como para sacarlo en el autobús e ir leyéndolo sin dificultad alguna. Esto, viene ya en camino, sino es que ya lo hay, y sólo espera su lanzamiento global.

Se trata de un invento de Acrobat Reader y otras compañías similares (quienes hasta ahora pueden enviar libros a pequeños procesadores llamados Palm –-del tamaño de la palma de la mano. La lectura resulta aún difícil porque la Palm conjuga muchos recursos cuyo principal objetivo no es precisamente la lectura. Pero la idea de estos fabricantes es crear una “carpeta” --incluso con pastas de piel y otros materiales sensibles al tacto-- del tamaño de un libro, y con letras del tamaño adecuado (incluso que se haga más grande o pequeña como en los editores digitales actuales). Lo único que habrá dentro de esa carpeta de pasta suave al tacto, será una sola hoja: una pantalla de metal líquido de unos 3 mm de espesor...Mucho menos pesado que un libro cualquiera, y menos proclive al deshoje y el maltrato.

La pantalla no será sólo eso, sino todo un procesador con memoria suficiente para albergar, no un solo libro sino, ¿le gustan 10,000 de ellos? Esto es: en una sola carpeta usted carga con toda una biblioteca, con una variedad que va desde lo culinario hasta lo esotérico, la teoría del caos, diccionarios, catálogos, manuales, enciclopedias...

La hoja plana (seguramente de plasma) mostrará un menú de inicio , y usted podrá elegir el libro a leer por género, autor, título, tema, palabra, cita, frase, etc. Si se atreve a leer dos o tres de esos libros a la vez, el programa será capaz de “apuntar” la página en donde se quedó en uno de ellos, y regresarla a ella cuando lo desee; hacer referencias cruzadas, establecer analogías, recomendar lecturas similares, etc. Punto aparte de que cada uno de esos 10,000 libros, tendrán una referencia ligada del autor y su bio-bibliografía; además de “puntos de contacto” (links) en líneas del mismo texto para proporcionar más información: por ejemplo, si usted está leyendo “Los hermanos Karamasov” y halla la palabra San Petesburgo subrayada, podrá ir con un solo clic a un sitio que le informará de todo lo referente a esta hermosa ciudad.

No se deja de lado el hecho que usted podrá subrayar textos de su interés, hacer anotaciones personales, y obtener resúmenes del libro automáticamente. La biblioteca virtual Cervantes tiene ya incluso obras narradas por signos (señas) visuales para sordomudos. Si se quiere ir más allá, podrá escuchar, si lee El Perseguidor de Cortázar, por ejemplo, el sax de Charlie Bird Parker, allí donde el escritor argentino cite una de esas hermosas piezas del jazzista. O, ver trailers de algunas películas (o films completos) cuando algún autor los refiera en su libro.

En fin, todo un universo en un solo volumen que usted podrá cargar como se lleva un libro cualquiera; sólo que (ya se dijo) menos pesado, y con un contenido de libros y enciclopedias tan limitado como sea la memoria de su tarjeta. Lo único que tal vez se va a lamentar en este mundo complejo, es ese otro complejo que algunas personas tienen, de hacer saber a los demás lo intelectuales que son por el número de libros que poseen en una biblioteca toda empolvada. La vanidad se limitará entonces (como ya sucede hoy en PC’s y celulares) a preguntar ¿Cuántos libros caben en tu card-book? ...

Y, tal vez, eso obligue a muchos a seguir con la futilidad: con el presumir y la actitud del nerd criollo que dice: "le caben 100,000..." Sin saber, el que interroga, que de ese número astronómico, el presuntuoso acaso habrá leído uno o dos, y de ésos, los que se dejan pergeñar Carlos Cuauhtémoc Sánchez o Jordi Rosado. ¡Qué desperdicio!

(1) http://www.cervantesvirtual.com/
(2) http://www.gutenberg.org/
(3) http://www.lulu.com/
(4) http://books.google.com/

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Ignacio: estas reflexiones que tú convocaste generosamente y que has publicado en estos últimos días de diciembre y del año ayudan a tener, integrar un panorama de la mutación cultural exrtraordinaria que estamos viviendo y de la que nos haces partícipes.
Vaya fecunda vida la tuya...con profunda admiración y respeto para tí un abrazo de Manolo.

5:43 p.m.  

Publicar un comentario

<< Home