Ignacio García: Cuando contar bastaba
Cuando contar bastaba
Por Ignacio García
El foxismo demencial y ahora senil (o juntos y al revés), nunca supo contar. Más de una vez las sumas que el ex – presidente (desde hace ya como seis meses) daba a la nación, tuvieron que ser corregidas al otro día, ya sea por sus deshace-sores políticos o por su boca postiza llamada voz-cero presidencial. Fox llegó a citar cifras inverosímiles: como aquella de que la pobreza extrema en el país había bajado del 51% a “sólo” el 37%; y a equivocarse en el monto de reservas tanto petroleras como del Banco de México. Jamás supo contar y, cuando pudo, restó-sumando; claro, siempre a favor de los más poderosos.
Acabado su sexenio (en tiempo y estrategia política) el resultado de aquella ignorancia a la hora de contar mintiendo, se convirtió en desprecio por la vida humana. A últimas fechas se ufanaba en decir que “todo en Oaxaca estaba en orden; voy a entregar un país en paz, y sin muertes que lamentar”. Para Fox, los ataúdes, con cadáveres dentro --producto de la agresión de las fuerzas enviadas por él mismo-- no contaban. Para las conciencias neo-liberales, cuya traducción de la existencia se restringe a la ganancia y la explotación de muchos para el beneficio de pocos, lo individual no cuenta: pueden morirse cien pelagatos, si esto beneficia, por ejemplo, a sólo dos prominentes empresarios amigos de la elite Fox.
Obsesionado porque las cuentas le resultaran siempre a su favor, la compulsión del restar-sumando llevó a Fox a la idea de bajarse del caballo (todo famélico y degradante) para subir a un jockey que más bien parece charro monta-perros. Para ello, tampoco tomó en cuenta su carácter de presidente de una nación y asumió la de agitador barato de un partido político, y decidió meter las manos, los bigotes y las botas (ya para entonces, creo, usaba mocasines), en el proceso electoral. Como pudo y desde donde pudo (con la impudicia de sentirse el primer mandatario de la nación) se fue con todo en contra de Andrés Manuel López Obrador. La lógica aquella, que hace apenas dos semanas balconeó una televisora americana, ya estaba en curso: “Yo puedo decir y hacer lo que se me venga en gana...Total, ya me voy”
En la metida de uñas sucias y dedos alargados en las elecciones de Julio 2, nadie decía nada. Bueno, sí. Sí hubo voces que denunciaron a su tiempo tan ilegal intervención, pero nadie pareció tener los cojones para detenerlo. El IFE (supuesto garante de la transparencia y legalidad electoral) se hizo el occiso mediante el uso de estratagemas legaloides como: “No se vale que un partido calumnie a un candidato...pero nada prohíbe que lo haga un particular...”. Algunos de los consejeros de ese instituto llegaron incluso a tratar esa intervención presidencial “como una puntada de Fox”.
Bajo este esquema de intervención a lo descarado, lo demás fue fácil para banqueros, grandes empresarios, yunquistas, cristeros, obispos pederastas, quienes comenzaran a formar parte de esa “cargada” bajo el lema: “Si Fox puede, por qué nosotros no”. Fue que se vino entonces la “guerra sucia” en contra de AMLO. Lo más interesante de todo esto resultó ser la ambivalencia con la que el IFE actuó (ya domeñado y con línea de que fuera FECAL el elegido).
En un sistema de los tamaños del IFE, con un dinamismo legal capaz de mutar en ocasiones hasta dos, tres veces en el mismo día, es claro que sus estatutos no pueden mostrar la rigidez que muestran otras leyes menos cambiantes. Los leguleyos del IFE y luego del TRIFE, tuvieron siempre a la mano (bajo el esquema del dinamismo a ultranza del proceso electoral) un instrumento denominado de la “discrecionalidad”. Este factor es uno encaminado a resolver situaciones políticas extremas y de solución a la “de ayer”; a dar solución en medio de la avasalladora dinámica que todo proceso electoral contrae: en otras palabras, si la ley electoral no contempla tal cosa, apliquemos un criterio adecuado. Pero este criterio no es arbitrario, se concibe como la decisión que produzca siempre el “bien mayor” para toda la nación. Pero, por más que los des-consejeros del IFE y TRIFE tomaron cursillos de ello en Europa y USA, jamás los pudieron aplicar en su país...O sí... sí los ejercieron, pero siempre a favor, no del bien mayor, sino para inclinar la balanza a favor del dedazo y maquillar de legítima una elección a todas luces desaseada: es decir, “eliminar al mal mayor” llamado AMLO.
Dos ejemplos bastan. 1) Ante las impugnaciones habidas por lo defectuoso del proceso electoral del 2 de julio, y en el que Fecal resultó “ganador” con sólo el 0.58% de los votos, se le exigió al TRIFE que analizara la conducta intervencionista de Vicente Fox durante las campañas electorales. El Tribunal de marras actuó con una discreción tan deleznable, que hasta hoy se siguen y seguirán pagando los costos de aquella decisión. Se dictaminó entonces: “Sí, efectivamente, tienen razón, no hay duda: el presidente Fox metió las manos en el proceso....pero dicha metida de mano negra no influyó en los resultados finales”.
Y uno se pregunta ¿con qué tipo de matemáticas puede el TRIFE medir si la mano-negra influyó o no en el destino final de los votos? Ya aleccionados por la falange yunquista, los magistrados utilizaron la discrecionalidad relativa de aplicación a la “ley”, en donde si A es igual a B, y B es igual a C...¡No puede ser (por los puros cojones de los magistrados) que A sea igual a C... ¿Cómo? Eso haría que el sistema neo-liberal se pusiera en peligro y se fuera para abajo...Y nadie, ni el TRIFE, lo podía permitir.
2) En cambio, cuando se pidió al mismo Tribunal el recuento casilla por casilla y voto por voto, se hizo uso entonces de la “otra” discrecionalidad. Cuando todo apuntaba (dada la teoría del “bien mayor para la mayoría”) que el recuento limpiaría, transparentaría, daría legitimidad a Fecal, y a la vez dejaría con un palmo de narices a AMLO y sus seguidores... entonces el TRIFE se salió por la tangente; le valió un cacahuate el “bien común”, y decidió (dentro de su discrecionalidad ramplona) que a) la ley no contempla el conteo casilla por casilla y voto por voto; y b) En los documentos de impugnación, el PRD no pidió ese conteo... ¡Pam, pam!
Pero no se trataba de si la ley contemplaba o no ese recuento, o si se les solicitó o no el conteo: la lógica de discrecionalidad en la interpretación de la ley, que apunta (ya se ha dicho) al bien mayor de la nación, debió haber sensibilizado a los leguleyos y optar por el despeje de la duda. El conteo hubiera provocado (en caso de que Calderón de verdad hubiera ganado) un desmoronamiento instantáneo de la resistencia civil, las arengas del Peje y su toma de posesión como legítimo presidente de la República.
No obstante, ese organismo --que tanto costó al país, y cuyos miembros son caja de resonancia de Fox (“Nosotros ya nos vamos...hay quédense con su problema”)--- temió, por intereses creados, a la sensibilidad política, el actuar honesto y el bien de la toda una nación. Son en parte ellos (¡unos garantes de la transparencia!) y por no querer contar cuando se pudo, los culpables indirectos de la polarización que hoy se vive en el país.
Contar hubiera sido muy fácil, los modelos sobraban, la logística superaba a la del mismo IFE. Aun así, algunos mañosos (sabedores del fraude) les pareció un gasto excesivo el nuevo conteo.
Hoy, tendrán que pagar un gasto aún más costoso. Por principio de cuentas, el inútil de Fox ya tendrá para contar a sus nietos toda la bola de mentiras que dijo a un país que lo eligió casi con el corazón en la mano; tendrá tiempo para contar cómo terminó su mandato: que sólo cinco de las seis veces pudo dar su informe presidencial; la otra, tuvo que hacerla de office boy con la consigna: “Entregas y te vas”. Tendrá tiempo para contar que fue repudiado para entrar al Senado y no poder entregar la Medalla Belisario Domínguez; y tendrá tiempo de contar a quienes quieran escucharlo, la forma en que el repudio se volvió vómito contra él, y le cerraron las puertas del Congreso para ser él quien pusiera la banda presidencial a Fecal. En una de sus “puntadas” (más ridiculez que chiste) alguna vez dijo que se retiraría a “escribir” sus memorias ¿Pero, sabe hacerlo?
Las cuentas alegres que hoy hacen Televisa, TV Azteca y diarios y reporteros sanguijuelas de nómina de algunos otros medios pre-pagados por el poder político, equivocan también la contabilidad y suman donde no deben. Hablan de mascaradas en la toma de posesión de AMLO, de resistencias civiles ilegales, de agarrones entre diputados en la Cámara en donde la izquierda es siempre la culpable, de muertos en Oaxaca que se lo ganaron, y de "respeto a las instituciones" que no supieron manejar el asunto como se debía; además de un ambiente tenso que incluye la duda que pone a Fecal en un verdadero brete. Todo lo achacan a los que, dicen, son “malos y violentos” e incomodan a quienes “quieren vivir en paz”. Cuentan y narran mal, porque todo esto se hubiera evitado de haberse ejercido la ley con la sensibilidad adecuada; de haber tenido el valor de contar lo que era contable, y no como ahora, tratar de dar por descontado que Fecal será presidente sin el pago de las facturas debidas.
Se dice que ante la torpeza y sinsabor de su propia función política, cuando Fox llevaba apenas cuatro años en el mandato, comenzó a contar los días que le faltaban para dejar el cargo: salirse a hospedar a un hotel antes de terminar su gestión, da evidencia de lo aquí dicho.
No haber contado cuando se debía, ha de provocar ahora en Fecal el mismo sentimiento: sólo que ahora él apenas se va a sentar, y su cuenta regresiva es, va a ser y será tan agresiva como la que él mismo se la creó.
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