Fuster: Sìndrome de la ingobernabilidad
SÍNDROME DE LA INGOBERNABILIDAD
Gabriel Fuster
Sin ser médico ni germen, yo siempre he mantenido la creencia de que la gente tiene las enfermedades que se merecen y se consiguen con sus abusos. Lo mismo es cierto para los países.
México: fatiga crónica y anemia. Esto es a lo que hemos llegado, un viejo cuerpo traumatizado y sometido repentinamente a dieta de pan con lo mismo. La continuidad de la otrora oposición en el poder sucede en cerrado triunfo ante las gráficas del Instituto Electoral y como lo anticiparon los sondeos de diversas fuentes estadísticas, por el estrecho margen de medio punto porcentual. Toda esta conspicua victoria tiene lugar en el cuadro de malnutrición y cansancio.
La fiebre amarilla, fatal enfermedad de los pobres, aparece y se come los órganos vitales. Primero, toma la jefatura de gobierno y su congreso. Desde allí, se establece la plataforma del candidato presidencial del 2006 y los venideros. Un dato curioso: El PRI queda inhibido. El viejo sistema, como todo sistema inmunológico, había forjado un cuerpo nacional para resistir los contagios de los vecinos y otros vicios intestinos, pero el aliento del presidencialismo se satura de reviviscencia revolucionaria y el sofocamiento infesta a las masas de prolongada cianosis. Esta vez, el PRI no gana en ningún estado. El mapa se pinta de dos colores: norte y sur. Por un lado, el México en vías de desarrollo, de derecha, del Pan, de la aventura con narcos. Y por el otro, el México subdesarrollado, de izquierda, de la tortilla, de la aventura con Marcos. Mucho se habla del triunfo de la democracia, pero mi teoría es que presenciamos un proceso electoral inducido desde el principio. Mi responsable, la metástasis del poder intervencionista de Estados Unidos. Pero, ¿Cual es el interés norteamericano de dividir una nación como ésta?
Bueno, está la acariciada idea de largo tiempo de explotar el istmo de Tehuantepec para crear una alternativa al canal de Panamá, pero es menester un tratado internacional provechoso con un gobierno anémico. De igual modo, el subsuelo nacional no deja de sorprender con sus constantes yacimientos de petróleo, para hablar de reservas. Otra, siempre ostentamos el principio de la mano de obra barata y a la mano, valga la redundancia. O tal vez codician nuestra cerveza Corona. Los ameri-arios han sido más que unos oportunistas defensores de la democracia, aún de sí misma. Hombres como Reinhard Gehlen, los hermanos Dulles y la dinastía Bush, han combinado sus esfuerzos para crear la CIA, la guerra fría, la carrera espacial, la red del terrorismo y una buena cantidad de empleos para tiranos mundiales, nuevos y viejos. En el caso de las elecciones de marras, mi punto no es hablar sobre un ganador discutible y las posibilidades de su impugnación, sino la propaganda invertida. Propaganda, aquello que debe ser propagado. La publicidad comunica y crea una necesidad, la propaganda educa a la opinión. En 1928, este sobrino de Sigmund Freud escribió Propaganda, un útil y sucinto prontuario para todos los formalistas, estructuralistas y prospectivos estudiosos del mensaje, para los especialistas en operaciones encubiertas y para todos los ejecutivos de la publicidad en Madison Avenue. Edward Bernays, a menudo es reputado el padre de las relaciones públicas. Bernays colaboró en persona para firmas tales como Lucky Strike Cigarretes, la United Fruit Company, al igual que Procter and Gamble, la poderosa comercializadora de productos como la pasta dental Crest, a la que se reputa el contenido de ingredientes químicos secretos destinados para el control mental. En su momento, el propio Joseph Goebbels estudió los trabajos de Bernays para legitimar la causa histórica del Tercer Reich. O en los anales de la conspiración mundial, se cuenta que Bernays ayudó en la instalación de agentes entrenados en Guatemala, quienes llevaron a cabo una campaña de desacreditación del presidente Jacobo Arbenz Guzmán hasta lograr su deposición en 1954.
El apunte igual sirve de lúcida introducción al caso de Fernando Collor de Mello en Brasil en 1992. Ahora. ¿Qué podría suceder en México? ¿Resistencia civil? ¿Guerra civil? ¿Qué nombre le pondremos, matarile rile ron? Veamos, en 1810, fue la guerra de Independencia. En 1910, la guerra de la Revolución. ¿2010, la guerra de la Constitución sonaría muy eufemista? En menor escala, la guerra sucia, que no es otra cosa que la ideología que la preparó. Toda proporción guardada, a los partidos políticos en México por el momento se les exige rapidez porque la potencia se le supone al candidato, donde la idea de predestinación presidencial hace difícil el reconocimiento de pecado en el justo, quien, apreciado por encima del Congreso, tiende a barrerlo todo bajo la alfombra al asumir su mandato. En esta ocasión, vimos los spots de manos limpias. Las manos limpias previenen muchas enfermedades. Presenciamos la replica de peligro para México. Biológico. En medio, los debates televisivos. Palenque de gallos políticos (y gallina). Gritos de Chachalacas. Admitimos fiebre aviar ante el espionaje electrónico y la ventilación de documentos confidenciales. Nos mareamos con la nube alcanforada de causas penales y perdones judiciales. Finalmente, sufragamos y la cura está resultando más mortal que el mal. Un diagnóstico: en el fondo, no creo que el sancionamiento por el TFE salve a futuro al presidente electo para terminar su gestión. Los países, como las personas, se consiguen las enfermedades que se merecen y les depara la propaganda. ¿Una segunda vuelta? No, tómese dos aspirinas y vuelva a llamarme por la mañana. México, a mi juicio, necesita una segunda opinión, Dr Simi.
GF /Agosto, 2006
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