Ignacio García: la virgen de Fox
La virgen de Fox Quesada
Por Ignacio García
Apenas unas dos semanas atrás, el fascistoide Ulises Ruiz, lanzaba una sentencia propia de los más rudos del totalitarismo (Franco, Pinochet y Babe Doc Duvalier, entre otros); decía Ruiz: “Sólo Dios puede poner y quitar a los gobernantes”. El des-gobernador oaxaqueño aludía ─aconsejado seguramente por algún exegeta bíblico carismático─ a la cita de Romanos 13:1 “Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de Dios; y las que son, de Dios son ordenadas”. Largo sería someter aquí un ejercicio hermenéutico para ver lo que en realidad quiere decir el apóstol Pablo en este pasaje sacado de contexto, y que Ruiz, sin ética con qué responder, repite como perico.
No hay duda que la mezcla explosiva de poder político y religión ha sido siempre nociva como ventajosa para algunos; mucho más si la doctrina se tiñe de los intereses mezquinos de quien la enuncia y practica como instrumento de explotación, control y manipulación en contra de los más desprotegidos. La historia de la humanidad está llena de botones de muestra de tal ignominia; bastaría recordar a la Inquisición española, o el tormento a que fueron sometidas personas acusadas de practicar la brujería en el “año del Señor” de 1692 en Salem, estado de Massachussets (USA).
Para que exista este control ideológico (y con ello el político y social) basta una combinación entre la ética más deleznable (aunque suene a oximoron) de un ser humano, y la forma perversa con que ese individuo juega a ser dios utilizando lo más noble de una doctrina por todos conocida y practicada. Ya el Malleus Maleficarum, urdido por dos monjes inquisidores dominicos, Heinrich Kramer y Jacob Sprenger ─ quienes aseguraron en el libro que les habían sido otorgados poderes especiales para procesar brujas en Alemania por el Papa Inocencio VIII─ da cuenta del uso de la histeria por la caza de brujas que alcanzó su máxima expresión entre mediados del siglo XVI hasta mediados del XVII por todo el mundo. Miles de inocentes murieron, en el nombre de algún dios, por el sólo hecho de tener ideas. Fueron torturados y asesinados por aquellos que se creyeron la “boca y el martillo de ese dios”. O habría también que recordar la guerra satánica de los Bush en contra del terrorismo, y azuzada por sus consejeros evangelistas Billy y Franklin Graham.
De un animal, jamás se podrá decir que hizo descender sus instintos a más de lo que es: un animal…Sólo del hombre se escuchan tales recurrencias. Utilizar la religión, el nombre de Dios o un símbolo religioso para manipular las conciencias, es sólo parte de esa muestra de animalidad en el ser humano. Vicente Fox (y sus aliados yunquistas, caballeros de colón, legionarios de Cristo –-cuyo fundador Marcial Maciel fue retirado en calidad de pederasta—-, y otras falanges similares) no dudaron en hacerlo durante el sexenio desastroso del hombre de las botas, quien no se ruborizó en lo absoluto para utilizar el dúo dios-diablo, bien-maldad, amigo-enemigo, como un eufemismo para hacerse pasar como un protegido de las regiones celestes y de esta forma "moralizar" su gobierno de pobreza como un destino manifiesto de todos los mexicanos.
Al inicio de su mandato (y a sabiendas que el mexicano es un gobierno laico) Fox fue y se hincó y persignó delante de la virgen de Guadalupe para solicitarle éxito en su transitar por la presidencia, la cual, hoy se sabe, resultó catastrófica para millones de mexicanos en este país.
No soy devoto de ninguna insignia religiosa, no lo soy de quien es venerada en la Villa de calzada de los Misterios, pero soy absolutamente respetuoso de quien sí lo es; como John Wesley, “me gusta pensar y dejar que piensen”. Pero creo que el botudo debió tener más sensibilidad y respeto hacia, precisamente, aquella gran mayoría de mexicanos (que no todos como se propaga a través de TV Azteca, sin el menor respeto para quienes no compartimos ese sentir) que tienen un depósito en la fe guadalupana. Porque ¿Mire que ir Fox a darle gracias a la virgen por haberlo ayudado en su mandato? ¿De qué "ayuda" es que deliraba dar gracias el ex-presidente?
Cobijado por la noche, para no oír el repudio de la gente, e incapaz de asistir un día 12 de diciembre a plena luz del día para no escuchar la música del vituperio sobre su persona, el incapaz fue a santiguarse y agradecer lo que en la práctica de su ejercicio fue un verdadero fiasco... al mismo tiempo que el Banco Mundial –quien cobijó sus mentiras y desastres durante sus seis años de mandato—anunciaba que Fox dejaba un país no sólo con menos pobres en la extrema miseria, sino que éstos habían ¡aumentado!. “Virgencita, te doy gracias por ayudarme a hacer de la gente más desgraciada” ¿Eso es lo que fue a decir a la Villa?
Ya se ha apuntado en otro artículo de este mismo blog, que de buenas fuentes se dijo que cuando a Fox le faltaban dos años para terminar su sexenio, comenzó a hacer cuentas de los días que le faltaban para “irse” al rancho…porque “ya no aguantaba”. Incluso, fue en los días en que comenzó a desvariar más sobre asuntos serios de política nacional e internacional, y un grupo de senadores y diputados pidió a la presidencia un examen médico y psiquiátrico para el presidente desvariante. Fue el tiempo también en que comenzó a actuar en lo oscuro de lo literal y metafórico y reforzar con más fuerza su idea de Foxilandia (para envidia de Michael Jackson quien lo quería como asesor en Neverland).
En algún diario, uno de esos caricaturistas con intuición aguda, se acordó de la visita primera a la Villa, y trajo a colación aquel chiste en donde el feligrés y devoto de la Morena, se equivoca: resulta que este hombre tiene una mano temblorosa debido al Parkinson, y va a ese santuario para ver si la virgen le hace el milagro. Lo que pide es esto: “Virgencita, te suplico que hagas mi mano como la otra”… La virgen escucha, y el hombre sale no con una, sino con las dos manos temblorosas y sin control. Eso parece haberle pasado al ranchero instrumentado como presidente mexicano, porque no solamente el milagro no se le hizo, sino parece haber ido a pedir lo peor.
Fuera lo que haya sido, Fox se presentó por la mañana del día primero de diciembre (2006), a ver si le quitaban el temblor, ya no de dos manos, sino del todo el cuerpo. La visita a la Villa, no obstante, no fue gratuita: Fue, primero, una mofa: como diciendo a la virgen: “Gracias por haber hecho tan mal las cosas por mí...compartimos fracasos porque yo te vine a ver y así tu contestaste”. Pero, a la vez, lo de Fox fue una estrategia bien planeada (no por él, claro) para la hora de embaucar al pueblo con la dupla dios-el-diablo. Hacer creer a la gente que mira Televisa, que los “malos” no lo querían en el legislativo ese día primero, y que tampoco los “demonios” querían dejar entrar a Fecal para la ceremonia. La foto (primera plana, of course) e imágenes televisivas con Fox frente a la virgen y una cara de "Yo no fui" (y como ya no sabiendo si agradecer o no) hizo sus efectos: Fox es el bueno, y AMLO y sus huestes representan las tinieblas de este país.
Dice William James en “Variedades de la experiencia religiosa”, que existe un punto tal de locura y desazón, en la que la división entre virtud, ascetismo e iluminación divinas, se vuelve casi invisible con aquel que lleva a la insensatez, la locura, la perversidad, the insanity. Fox cayó de este lado: el delirio transformado en rezo lo pronunciaba a diario, pero vino a balcón cuando la TV lo agarró en off diciendo: “Yo puedo hacer lo que se me dé la gana”. Lo malo para él, fue que ese “lo que me dé la gana”, se le revertió al final de su oscuro mandato, y más bien su incapacidad no le dejó hacer ni siquiera lo que por derecho, integridad y nostalgia, le correspondía hacer. Al final de sus días le fue prohibido (por mucho de ese pueblo guadalupano como él) aparecer en público sin la rechifla debida; se le negó dar el grito de Independencia en el zócalo, entregar el premio Belisario, rendir su último des-informe de gobierno. Su último acto oscuro --sin gente del pueblo devoto que lo lisonjeara y "bendijera"-- fue realizado a horas de la madrugada y parapetado en su despacho de la presidencia: el paso de poder a Feli-pillo…
Por ello, fue a dar gracias también de noche, apenas se había quitado el peso de la banda; asistió no sin el acoso de un grupo de antiguos braceros que lo imprecaban por el engaño tan brutal a que los sometió desde que asumió el poder. ¿Qué pudo haber dicho un mentiroso delante de un símbolo sagrado para un buen número de mexicanos? “Te doy gracias virgencita, por esos pobres desgraciados que están allá afuera… te pido, me los quites de encima para que Martita y yo nos retiremos en paz”. Efectivamente, no les dio la cara, ni como ex-presidente, ni como hombre...Fue, ésta, una de esas oraciones fariseícas de Fox a la virgen de Guadalupe: redentora de los pobres. Esta es la versión anatema del foxismo: por un lado invoca lo sublime, lo sagrado, lo celestial e intangible, y por el otro sale por la puerta trasera de la curia repudiando lo más preciado que tiene todo ser humano: su dignidad.
Toda esta conducta insana, no se entendería ni en Ulises, ni en Fox, ni se entenderá en el próximo presidente y su falange yunquista, a menos que se comprenda la dualidad de una ética permisiva y protegida por la religión inventada por ellos. Ya en su "Ética protestante" Max Weber advertía de los peligros de dirigenttes sociales y políticos con una moral de ida-y-vuelta. Una ética, una moral, que permite la actuación de bajo nivel humano, que no aspira a una comportamiento humano mayor que la perversidad religiosa, y se estanca en la que conviene a los más oscuros intereses humanos; una que persuade al individuo a explotar, mentir, adulterar, desmembrar al prójimo, y salvar su conciencia sin mucha dificultad. Total, el domingo se va a confesar…Y un hombre (a veces protector de pedófilos y violadores) le impone su “penitencia” y le otorga la absolución. El ciclo se repite ad nauseaum durante seis años o toda la vida.
Tanto se repite este ejercicio de una ética doble, que Ulises permanece en el poder con el "dios mío" en la boca; que Fox se irá al rancho creyendo que le hizo un bien a la nación y la virgen desde hoy lo tiene en su gloria; que quienes el día primero de diciembre vocearon “Sí se pudo, sí se pudo”, todavía no pueden conciliar el sueño, porque no saben qué es lo que sí se pudo e ignoran, de paso, lo que sí se podrá bajo un Fecal que no es sino más de lo mismo. Creen que porque Fecal burló con “habilidad” ciertos resquicios del Palacio Legislativo para entrar-y salir vergonzosamente por la puerta de atrás, después de una protesta fast-track, les hace victoriosos de lo que jamás podrán vencer: la doble ética, la de dos manos: una con la cual se persignan, y otra con la cual están dispuestos a mantener en la miseria al pueblo que votó por ellos.
Ya Felipe Calderón (heredero de la summa teológica foxista) se ha envuelto en el símbolo patrio, debajo del cual cuelga un escapulario de doble cara; una de las cuales es la del toletero Ramírez Acuña: también profundo devoto de la virgencita.
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